Astorga - Foncebadón

Recuerdo este día como un día muy agradable, debido al paisaje y el camino, que pasó de ser ario y cálido a fresco y húmedo. La razón es por estar tan al oeste de Castilla y León, ya que casi nos encontrábamos en la frontera con Galicia, donde el clima, la vegetación, la temperatura es completamente diferente al que llevábamos viendo a lo largo del camino. 

Nos levantamos a las 6:30 con las pilas recargadas, tras haber pasado una noche muy agradable en el albergue municipal de Astorga. Es un lugar muy acogedor y con unas instalaciones muy buenas, por lo que lo recomiendo al 100%. 

En esta etapa hemos pasado por muchísimos pueblos como Murias de Rechivaldo, Santa Catalina de Somoza… Todos ellos distintos entre ellos, pero que demuestran las consecuencias del éxodo rural. Por el camino pasé por un pueblo que se llama "El Ganso", el cual me resulto bastante gracioso, y donde decidí comprar la comida para ese día. Entré en un bar que había en ese pueblo para pedir un bocata de tortilla, que era muy barato y resultó estar muy bueno. Ahí me encontré a un padre y un hijo procedentes de Corea, y les saludé en coreano, ya que es lo único que se decir en esa lengua. El resultado fue un cómico momento en el que me saludaban emocionados acompañado de  reverencias, a las que yo respondía igual de emocionado. La verdad es que es una chorrada, pero que verdaderamente recuerdo con mucho cariño.

Tras comprar la comida y despedirme, continué mi marcha hacia Foncebadón. Poco a poco había más vegetación, pastos, animales, bosques... y después de andar unos kilómetros en soledad volví a coincidir con mis amigos en un pequeño pueblo cercano al final de la etapa. Nuestro amigo brasileño tenía un fuerte dolor en la pierna, que a lo largo de los días resultó ser una tendinitis aguda...

Llegamos a la recta final de la etapa donde era ascender por un monte, hasta llegar a Foncebadón. Por el camino me sucedió algo gracioso. Estaba tranquilamente disfrutando de la música, las vistas... iba con la gorra hacia atrás, dejando un mechón de pelo entre la correa para ajustar la visera y la misma... cuando note que algo se metía dentro. Pensé que solo sería una mosca con pocas ganas de vivir, así que saque lo que se me había metido en el pelo, pero resulta que no era una mosca... era una avispa!! Al parecer no le hizo mucha gracia, porque me empezó a perseguir montaña arriba y tuve que salir corriendo de ahí. Me vino bien, porque fue un sprint final cojonudo.

Sobre las 12:30 hemos llegado al final de la etapa, Foncebadón, un pequeño pueblo en medio de la montaña super chulo, con unas vistas espectaculares y muy bonito. La pena es que apenas vive gente ahí, solo las personas que atienden a los peregrinos, por lo que solo hay tiendas, albergues y algún bar, pero no casi había casas. Dudamos entre el albergue municipal (que era donativo y tenias que dormir en el suelo) o el albergue "La cruz de Fierro" por 5€, pero menos mal que nos decantamos por el segundo, porque el otro era una cuchitril de mucho cuidado. El albergue donde nos alojamos estaba muy bien, pero los dueños eran unos gitanos muy malhumorados que fueron muy bordes con nosotros. 

Comimos por el pueblo tranquilamente, y luego nos echamos la mítica siesta. En si en el pueblo no había mucho que ver, pero las vistas eran espectaculares. Entramos en una posada ambientada en la edad medieval que se llamaba "La Taberna de Gaia", que era una gozada. Molaba mucho la decoración, los recipientes, cubiertos, la vestimenta del servicio... El servicio fue muy atento y muy simpático, y bebimos vino en copas propias de los Lannister. Estuvimos muy bien, pasamos una fantástica tarde en compañia de nuestros nuevos amigos italianos y brasileños. 

Al día siguiente nos esperaba la cruz de fierro, uno de los sitios más simbólicos del camino, donde hay que dejar la piedra que portan los peregrinos desde el principio de su viaje. 








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